Navidades, ¡gestiona las expectativas como puedas!

Pasa algo con la navidad. La publicidad nos vende que va a ser una época mágica. Una época de reunión, de felicidad, de reencuentros, de alegría y candor continuo. La abuela se va a convertir en Isabel Preisler de repente y al abuelo le va a crecer una chimenea en la espalda desde la que contará cuentos a sus nietos pequeños que le prestarán toda su atención. Nos juntaremos familiares que no nos vemos en todo el año y será como si nunca nos hubiésemos separado. 

Para algunos es así. Para otros más o menos. Otros no tienen con quien juntarse (porque mejor solo que mal acompañado), o no tienen la menor intención de reencontrarse con ese familiar desaparecido en combate o simplemente la alegría de plástico y lucecitas le da mucha fatiga mental.

Las navidades son una época complicada. Emocionalmente muy intensa. Ya sea por tradición o consumismo radical, las navidades están cargadas de expectativas, de “deberías” y  “tendrías” que en realidad son difíciles de cumplir. También están cargadas de recuerdos de infancia. Los que tuvieron unas navidades infantiles felices buscan reproducirlas a toda costa. Los que no lo tuvieron buscar “salvar” a sus hijos de esa experiencia que (una vez más) “no debería ser así”. Y otros huyen de todo eso. Pero hoy en día está complicado.

Ya sea por tradición o consumismo radical, las navidades están cargadas de expectativas, de “deberías” y “tendrías” que en realidad son difíciles de cumplir.

Las expectativas son complicadas. Es muy difícil no tenerlas, ya sean expectativas optimistas o pesimistas. Por lo menos a mi, que vivo con la cabeza un 30% en el futuro, un 30% en el pasado y un 40% en el presente, todos esos recuerdos y creencias del pasado se trasladan al futuro, y así nacen las expectativas. Si en el pasado me fué bien, creo que en futuro también y si me fué mal, lo mismo. Esto, que nuestra cabeza lo hace sola, impide que analicemos con frialdad los datos que tenemos en el presente. Tomamos este “atajo mental”, del pasado al futuro, saltándonos las señales del presente que podrían estar indicándonos que no va a ser como yo creo que será.

El problema está en que este atajo muchas veces funciona. Pero otras no. Y ahí tenemos el gran problema. Cuando lo que espero que ocurra (que mis hijos se porten como niños de revista en la cena de Noche Buena) choca con lo que ocurre realmente (los niños más de dos horas sentados no aguantan y empiezan a inquietarse con eso de si llega Papá Noel o no).

Cuando esto ocurre solo tenemos dos opciones: adaptar nuestras expectativas de cara al futuro, crear nuevos escenarios posibles; o frustrarme porque esto que esta pasando no es lo que yo creo, intransigentemente, que debería pasar.

Librarnos de las expectativas es complicado. Pero nos da la posibilidad de sorprendernos de nuevo.

Librarnos de todas esas expectativas que rodean a la navidad es complicado. No se conseguirá todo en un año. Pero irlas modificando poco a poco nos da la posibilidad de sorprendernos de nuevo,de descubrir nuevas facetas de nuestros seres queridos  (como ofrecerle al abuelo jugar con nosotros a la Nintendo Switch en vez de que nos cuente un cuento que no nos interesa tanto) y en definitiva liberarnos un poco de todas esas ataduras autoimpuestas.

A mi las navidades me llegan a agobiar un poco. Siento que hay muchos compromisos “obligatorios”. Si durante todo el año trabajo el minimalismo, el aprender a decir “no” y a ser todo lo zero waste que pueda, llegan las navidades y es como si no hubiese hecho nada. Tengo que volver a empezar. Sin embargo, aunque vuelva a empezar, cada año lo llevo mejor. Este año estoy en modo artesanal y eso ya es un progreso para mi.

Y para vosotros ¿Qué suponen las navidades?